miércoles, 28 de noviembre de 2007

Transcripción de una entrevista...


Este pasado fin de semana ha habido un suplemento bien elaborado en el Diario de La Rioja sobre el mundo del vino con multitud de opiniones de profesionales. Era un trabajo alejado de las guías más comerciales que aparecieron en otros dominicales y se agradece el buen trabajo realizado por la gente de www.lomejordelvinoderioja.com. Pero me gustaría destacar lo que comenta Don Basilio. Voy a transcribir literalmente las preguntas que le hicieron y sus respuestas. Me parecen muy interesantes:

¿Qué ha cambiado en las últimas décadas?

Casi todo. La madre del cordero está hoy en las viñas, cuyo cultivo ha variado muchísimo, al igual que las herramientas. Antes partíamos de la base de que todas las uvas eran buenas y, si no, hacíamos vinagre. De alguna forma, como decía Peynaud en los años 70, “tanto vale el enólogo, tanto vale la bodega”. Hoy en día esta frase no tiene sentido. Antes había tipicidad en cada zona, sabíamos identificar con el paladar los vinos por pueblos, cosa que hoy somos incapaces. Las plantaciones se hacían injertando el sarmiento del vecino con lo que se conservaba la diversidad. Luego, con los viveros, llegaron los mismos clones para todos. Tenemos un gran problema con la sobreproducción y cuando nos hemos querido dar cuenta es muy difícil volver hacia atrás. Antes se hacía una enología más curativa porque sabías que las uvas eran buenas, luego fue preventiva y ahora podría decirse que es estilista.

¿Cuándo se empieza a intentar volver hacia atrás?

En torno a 1990 se produce un punto de inflexión. Recuerdo que 1992 fue un año muy difícil, y un amigo de Medoc me decía: “¡ah! Mon vieux, triage, triage” (amigo mío, selección, selección), y algunos grandes chateaux hicieron una extraordinaria selección de uvas como única alternativa para impulsar la calidad. En España son los tiempos en que llega Pingus y empiezan a extenderse también las vendimias seleccionadas por una simple razón: se necesitaba actuar sobre la viña. Cuando se toma conciencia y se quiere volver atrás fue con la cosecha 1999, la más cara de la historia y de las más mediocres.

¿Tiene defectos el vino actual?

Más que defectos, diría que nos hemos pasado con el color; cuando por ejemplo el tempranillo nunca ha destacado por esta cualidad. Es una variedad media entre el pinot noir y la cabernet. Antes el color era secundario, pero el consumidor ha comenzado a pedir vinos negros y se ha dado la paradoja de ver vinos horrorosos como si fueran buenos, cuando por lo único que destacan es por su agresividad. Desde hace unos años se vuelve a la finura, la elegancia y la complejidad; es lógico, ¿Quién se bebe una botella entera de 14 o 15 grados?

¿Se pueden hacer vinos hoy como los de antes?

Sí. La gran pena es que hemos perdido la tipicidad de la que hablaba, la de los pueblos, pero también es cierto que los vinos de ahora son mucho más técnicos y, en casos, complejos. Una gran diferencia es que ahora es difícil hacer un vino malo y eso es gracias a la técnica, que permite, por ejemplo, corregir dificultades naturales y climáticas.

Si se preguntan quien es Don Basilio, vean la historia de CVNE.

Un saludo
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The Show Must Go On (Queen)

viernes, 23 de noviembre de 2007

IEC 6

En esta ocasión elbaranda nos obligaba a “volar” con vinos elaborados por enólogos que prestan sus servicios en diferentes zonas de elaboración. Los llamados “flying winemakers”. Es un término curioso, aunque desde mi punto de vista habría que llamarlos “coupageadores volantes”. Me explico.

Pienso que ellos no realizan el vino en sí mismo, si no que van a las diferentes bodegas que les pagan, catan muestras y deciden mezclas o coupages de vinos de forma bastante rápida y con más o menos acierto y facturan por ello. Por eso, realmente a lo mejor cada uno de estos “mezcladores” visita alguna de esas bodegas a las que asesoran una o dos veces al año nada más. Nombres que nos suenan a todos: Miguel Ángel de Gregorio, Ignacio de Miguel, Sara Pérez, Ana Martín, Telmo Rodríguez, Michel Rolland, Stéphane Derenoncourt, o el propio Mariano García en sus nuevos proyectos tras dejar de pertenecer a la mítica bodega española Vega Sicilia son solamente algunos de los más representativos de esta nueva especie de “consultores vitivinícolas”, término generalmente más asociado, el de consultor me refiero, a multinacionales como puedan ser PwC, Accenture, McKinsey, etc

En fin, que me voy, que me desvío del asunto. Sinceramente me ha costado elegir alguno de estos personajes para después meterme de lleno en alguna de “sus” elaboraciones. Quizá por sentirme bastante futbolero he escogido a Ignacio de Miguel, ya que en uno de sus proyectos están implicados jugadores de lo que en su momento fue la Quinta del Buitre madridista.

El primer vino que he encontrado ha sido un Casalobos del 2004. Proyecto en Castilla La Mancha en donde, además de los jugadores mencionados, intervienen el ex tenista “Pato” Clavet, el ex baloncetista Antonio Martín y el cantante Miguel Bosé.

Este Casalobos lo probé hace relativamente poco tiempo y no me sentí muy reconfortado con el vino, pero bueno, esperaba que las sensaciones cambiasen. Está hecho mediante un coupage de Tempranillo, Syrah y Cabernet Sauvignon con un paso de 12 meses por barrica. Conserva un color rojo picota intenso, de buena capa. La nariz me sigue pareciendo un poco inexpresiva, de una intensidad media, con aromas de frutas rojas en licor, regaliz, especiados que poco a poco se hacen más evidentes, y un fondo de torrefacto, coco, café y chocolate. En esta ocasión me ha parecido notar menos matices herbáceos que la anterior vez que lo probé. En boca sigue siendo potente, bastante tánico y con acidez media, un punto de golosidad al final, así como de caramelo y vainilla.

El segundo vino es El Regajal Selección Especial también del 2004, un vino madrileño a base de Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Syrah y Merlot, con 13 meses en barrica. A priori y sin probar el vino parece bastante similar al anterior por su composición varietal y su tiempo de permanencia en contacto con la madera.

Pues sí, lo encuentro bastante similar en el color picota oscuro, con esa nariz especiada y tostada algo en exceso, cacao, sí se aprecia algo de fruta roja y negra madura pero echo en falta más expresividad, así como unos ligeros aromas ahumados. En boca no lo encuentro mucho más amable que el anterior vino y tampoco me parece que invite excesivamente a repetir muchas copas del mismo. Acidez correcta, con un postgusto amargoso ya que el tanino se presenta algo secante. Potente con esos 14,5 grados y creo que servido algo caliente puede resultar un poco cansino.
En definitiva, más o menos un mismo estilo para dos zonas no muy lejanas. Tienen también un rango de precios similar ya que ambos oscilan entre los 13 € aproximadamente según dónde se adquieran.

Un saludo

sábado, 17 de noviembre de 2007

Una noche divertida...no en la Ópera

La noche era bastante fría, notándose que el mes de Noviembre está bien presente en este otoño seco que estamos teniendo por estas latitudes, y bastantes gélidas habían sido mis últimas citas con botellas de vino salvo algún apunte particular. Los escalofríos que muchos vinos bebidos últimamente me habían producido necesitaban una compensación en forma de calefactor vinícola, y así se produjo la noche del pasado viernes.

A priori la propuesta no presentaba ni grandes etiquetas conocidas ni fantasmas mediáticos en lo que a esto del vino se refiere, si no cinco botellas muy distintas para tres amigos que se reunían para disfrutar de unas buenas viandas y ver qué iban a depararnos los diferentes 75 cl. que se irían presentando.

La primera idea venía de Nueva Zelanda en forma de botella de Riesling con un tapón negro de rosca: Culley Marlborough Riesling 2005. El vino presentaba un color amarillo ligeramente pálido con matices verdosos. La nariz tiene cierta complejidad y desde luego no engaña en demasía a su origen varietal. Hidrocarburos abundantes, matices metálicos, sutil toque floral y de fruta verde. No estaba mal. En boca se queda un poco apagado y plano, falto de viveza, pero no desagrada en su conjunto. Me parece un vino muy correcto por 10 € (en tienda española) que no pretende ser nada más de lo que es. No comparen ni busquen porque seguro que hay muchos Riesling mejores pero también hay cantidad de vinos blancos mucho más aburridos. Perfecto con unos tacos de salmón a la pimienta y un bacalao ahumado.

A continuación se descorchó un vino de la D.O. Rías Baixas: Adegas Gándara Albariño 2006. Sí, un albariño pero de esos que no suenan entre las grandes etiquetas de la Galicia vitivinícola. A primera vista sorprende un color bastante evolucionado para ser una añada tan joven. En nariz diría que es un vino bastante raro pero a la vez bastante interesante. Jamás hubiera dicho que eso era un alabariño si me lo dan a probar a ciegas…si no que me hubiera tirado más hacia algún Sauvignon Blanc de nuestro querido Valle del Loira. ¿Dónde están esos plátanos, mangos, y tantos tropicales baratos junto a pastelería abundante que se vislumbran en muchos albariños tan sumamente comerciales y que tan gustosamente dan determinadas levaduras? Pues desde luego, en este vino no o al menos no los aprecio. Unos aromas vegetales iniciales intensos, así como manzana verde, pera, aportes de humedad y matices de oxidación. ¡Leches, es raro el vino en cuestión!. Y en la boca es también curioso aunque me agrada menos que en nariz por su excesivo amargor final. Buena acidez y cierta untuosidad pero para mi lo desvirtúa un poco un cierto tanino más verde de lo normal. Pero aún así, un albariño francamente diferente e interesante respecto a lo último que he probado. Para seguirlo un tiempo a ver cómo va en la botella. Y creo que debe andar según comentó uno de mis amigos sobre los 5-7 €. Buena compra.

Mi pequeña aportación se basó en dos vinos de una bodega que desconocía pero que pude probar alguna muestra de otras añadas en una feria del año anterior en Alemania y que decidí hacer un acopio pequeño de casi todos sus tintos para probarlos con más calma: Arnoux Père & Fils. Decidimos abrir ambos vinos en el momento de iniciar el picoteo por lo que en el turno de tomarlos llevarían ya sobre una hora abiertos. El primero de ellos era un Savigny 1er Cru “Les Peuillets” 2005. Un color rojo no demasiado intenso y de media capa da paso a una nariz de muy buena intensidad donde los aromas primarios son sumamente evidentes. Muchas flores y frutillos rojos se combinan con ciertos toques minerales y especiados, matices de hierbas aromáticas, la barrica apenas se nota. En boca el vino reproduce su carácter primario, muy joven, muy vivo, con una acidez tremenda y un amargor final muy elegante. Es largo, gustoso, no cansa beberlo. Delicioso.

El segundo fue un Beaune 1er Cru “Les Cent Vignes” 2005 y sigue la misma línea que el vino anterior aunque lo encontramos un pelín más maduro, más hecho. Sigue siendo un vino complejo tanto en nariz como en boca, con viveza, elegancia, estructura y complejidad. Fantásticos los dos vinos. Veremos la evolución del resto próximamente pero he descubierto en estos dos vinos un nuevo valor que me seduce en la Borgoña. Como el resto sea del estilo…la siguiente compra va a ser mayor.

Terminamos con un Châteauneuf du Pape “Clos du Mont-Olivet” 1999 de Les Fils de Joseph Sabon. Fantástica sorpresa tanto en nariz como en boca, un vino ideal para tomarlo ya. Está totalmente pulido, sedoso, no aguantará quizá larga guarda pero ahora mismo es puro disfrute. Y por los 17-19 € que creo que cuesta es una acertada elección.
La nariz desprende aromas un tanto atrufados, de hojarasca seca, olivas negras, fruta negra madura. Y en boca muy bien pulido y equilibrado.

Hubo embutidos, quesos, paté, e incluso algo de agua. Y buena conversación.

Fin de una jornada que ha sido muy interesante desde mi punto de vista. Ya se notaba un poco menos el frío.

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The Show Must Go On (Queen)

viernes, 16 de noviembre de 2007

Un mini paseo por Iberwine



Madrid amanece (y no por la canción de Hilario Camacho) un año más sin una feria de renombre que ponga a la capital dentro del panorama “feriante” mundial junto a Londres, Burdeos, Dusseldorf y demás. Y me duele, porque Madrid es mi ciudad, donde nací, donde estudié y donde he pasado grandes momentos como aficionado al mundo del vino junto a la gente de la Peña El Sarmiento y demás. Snif

Por eso, ayer me encontraba un tanto apagado ante lo que vi en el paseo anual por Iberwine. Stands de Comunidades Autónomas con cuatro bodegas y algunos stands representativos de bodegas, más por cumplir y hacer algún favor, que por verdadero interés. Poco público, poco movimiento, gente cansada y caras de aburrimiento. Podríamos decir que esta situación puede favorecer el probar vinos de forma muy tranquila. Así es, pero si nos ponemos en el papel del profesional la situación era un poco lastimosa.

Quizá la organización se deba replantear muchas cosas para hacer un Salón anual dedicado al mundo del vino que sea realmente interesante, tanto para el profesional productor como para los potenciales clientes (ya sean distribuidores nacionales, importadores, red HORECA, o el consumidor que bebe vino en su casa) de esos productores. Creo que ahora mismo el Salón se encuentra en la U.C.I. a falta de algo que lo revitalice y le haga salir de ese estado casi en coma en que se encuentra.

No probé muchas cosas, pero he de reconocer que alguna mereció enteramente la visita. Ya llegaremos a ellas.

Empecé por Galicia con los albariños Zárate, tanto el normal 2006 como el Zárate Balado 2006. Ambos estaban servidos un poco calientes y carecían de mucha expresividad en nariz. Un tanto monótonos, planos y sin mucho que decir. Y con falta de viveza por todos los sitios. Todo lo contrario que el Zárate Tras da Viña 2004 criado 30 meses sobre lías. Mucho más complejo y seductor que sus hermanos. Largo, vivo, profundo. Interesante.

Liquidé pronto un Viña Obdulia 2004 que me ofrecieron casi sin pedirlo porque los 15 grados alcohólicos que marcaba aquel Cencibel manchego suponían un escollo importante nada más acercar la nariz a la copa.
Y así llegué a Ferratus, vinos que me quedé sin probar en el Salón de José Peñín y que ahora iba a tener la oportunidad de hacerlo sin ningún tipo de agobio ni de multitudes. Empecé con el Ferratus 2004 y qué quieren que les diga. Pues que es férreo, como su nombre, un tanto duro, tánico, quizá necesite reposo pero la duela estaba demasiado presente. No me convence en este momento. El Ferratus Sensaciones 2003 me seduce más por la buena fruta madura que se aprecia, bien cargada también de aporte barriquero pero se deja beber con más placer. No se muestra la vegetalidad que sí noté en el Ferratus Sensaciones 2004. Vino potente este último, denso y con demasiada pesadez, echo en falta más acidez, más brío (al final es una de las conclusiones que me ha dejado este Salón: la preocupante falta de acidez en el vino español en general, algo de lo que ya hemos hablado hace bastante tiempo en éste y otros lugares de opinión).

Me apetecía probar algo de Madrid y me acerqué a los Tejoneras. El Alta Selección 2005 es un vino un tanto vegetal, que a mi no me invitaba mucho a seguir a bebiendo por sus verdores bucales. Sí es cierto que en nariz ofrece apreciaciones interesantes pero en boca el vino no acompaña. En el Tejoneras 750…sus 14 meses en barrica han podido con el aporte frutal y al final bebes duela en vez de vino. Una pena.

Pasaron sin pena ni gloria los vinos de Sa Cova en Ibiza, Estrecho 2004 y un Finca Valpiedra 2001 (quien te ha visto y quien te ve cuando hace unas semanas abrimos un delicioso 1994)…era la hora de comer algo y de encontrarme con mi buen amigo Manuel Aguinaga.

Volvimos a la carga con un Sa Vall 2006 de Miquel Gelabert que fue para mí lo mejor de esa bodega dentro de lo que probamos. El Torrent Negre de Cabernet Sauvignon no me encaja por el momento. Lo veo un vino demasiado “macho” actualmente. Y decidimos terminar la tarde visitando a Tondonia y a Marqués de Murrieta. En el primero de ellos probamos:

Tondonia blanco Reserva 1989.
Tondonia blanco Gran Reserva 1981
Tondonia tinto Reserva 1987
Bosconia tinto Gran Reserva 1981

En general destacar el buen nivel de los cuatro aunque me quedo en primer lugar con el blanco del 81. Unos vinos blancos inusuales, en el concepto diferenciador que hace a los Tondonia unos de los blancos que más me interesan a nivel mundial. Acidez, estructura, complejidad, sedosidad, elegancia…en una copa.

Gracias María José, gracias Pedro. Ya sabéis el motivo. Esperamos esa joya en celulosa que pudimos apreciar.

En Murrieta un Capellanía blanco sustitutivo del Dorado, un Ygay 1998 y un Ygay 1978. Perfectamente olvidables los dos primeros en su momento actual. Debatimos un poco sobre los cambios en la casa y ante nuestro interés nos sacan el 78. Empezando a vivir y a mostrar su potencial el 78. Gran vino. Gracias Miriam por sacarnos ese Castillo (decirte que te echamos de menos en los últimos meses de ya sabes qué… J)

Y en honor a Madrid y rememorando un concierto que dieron en la capital, ciudad en la que creo que nadie puede sentirse un perfecto extraño o forastero…

http://es.youtube.com/watch?v=imDzw_k1xig

(Si se corta algo, tengan paciencia)

Espero que no tarden en repetir visita. Se oyen rumores de AC/DC para el año que viene (un grupo del que ya hablaré porque me gusta que hayan sabido mantenerse haciendo siempre su línea de música, sin ofrecimientos comerciales a la industria, con sus riffs clásicos y con su estilo propio, guste o no, pero muy suyo)...Veremos. Rock clásico para lo que fue lo mejor de Iberwine desde mi punto de vista.

Un saludo

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The Show Must Go On


domingo, 11 de noviembre de 2007

Subiendo por la planta...hacia el "menú del tomate"

Dejé a la pobre vid en sus raíces, muy importantes ellas pero no suficientes en el esquema morfológico de la planta y aprovecho ahora para meterme un poco en la parte aérea, es decir, aquella que generalmente viene injertada sobre el patrón (salvo en los lugares donde la phylloxera respetó a nuestra amiga) y que es la que da el nombre a la planta: Pinot Noir, Tempranillo, Merlot, Riesling, y así hasta las que se les ocurran…muchas, incluso demasiadas. ¿O no?. Eso sería otro tema.

Pues uniéndose a las raíces aparece el tallo, el soporte, el que luego será el tronco de la viña a medida que vaya acumulando madera y reservas. Pero el tallo, además de servir de sostén de la planta y almacenar reservas, es un medio de conducción de la savia bruta (absorbida por las raíces) en sentido ascendente hacia las hojas y de la savia elaborada (elaborada en las hojas) en sentido descendente.

Si viéramos una planta de vid con al menos tres años, apreciaríamos lo que sería el tronco, es decir, madera vieja. Lo normal es que su forma sea en espaldera (si es una forma dirigida) o en vaso (si es una forma libre, como bien se ve en la foto de la viña nevada en la cabecera de este blog). Luego tendríamos la madera de dos años, es decir, la que se va dejando en la poda cada año). Aquí tenemos diferentes opciones y formas que generalmente corresponden a:

a) pulgares, cuando se realiza una poda corta (cada pulgar tendrá 1 o 2 yemas)
b) varas, en podas largas (con más yemas)
c) coexistencia de ambas formas, en el caso de podas mixtas.

Por último, tendríamos los tallos que se van formando cada año cuando la planta brota, es decir, los brotes. Éstos serán los pámpanos (que cuando se agostan forman los sarmientos), los chupones o esperguras (son brotes que salen de la madera vieja del tronco) y los nietos (que son brotes tardíos que salen de los propios pámpanos).

Por tanto, si un pulgar tiene dos yemas, lo normal es que se dieran dos pámpanos. En esto, existen diferentes legislaciones ya que por ejemplo en la D.O.C.Rioja sólo se permite que existan 12 yemas en cada planta salvo en la Garnacha que se llega hasta 14.

http://www.riojawine.com/es/legislacion/normativas/2004-14.htm

Así, si cogemos una vid en forma de vaso, con tres brazos y en cada brazo dos pulgares, en total tendríamos 6 pulgares X 2 yemas/pulgar = 12 yemas que darían 12 pámpanos.

Si me fijo en un pámpano, se aprecian diferentes engrosamientos que son los nudos. De ellos saldrán las hojas, las flores y por tanto las inflorescencias que luego darán los racimos, así como los zarcillos que quedarán con las flores abortadas, y por último el pámpano acaba en la “sumidad”, es el fin. En este sentido la vid es una planta que presenta filotaxia, es decir, que presenta hojas en todos los nudos pero en posición alterna. Es lo llamado filotaxia ½, que significa que por cada vuelta de 360 grados que doy al pámpano encuentro dos hojas separadas 180 grados. A veces, en las plántulas jóvenes esa filotaxia es de 2/5, es decir, por cada dos vueltas que dé encuentro 5 hojas con una separación entre ellas de 144º (720º correspondientes a dos vueltas/5)

La longitud del espacio entre dos nudos (entrenudo) es más corta en la base del pámpano pero no hay que confundirlo con la virosis del “entrenudo corto” (se me ocurre que algún día hablaremos sobre virosis…se acumula el trabajo).

Próximo capítulo morfológico: hojas y yemas. Da para contar unas cuantas cosas.

Dando un giro de 180º (pero sin ser filotáxico) veo en un periódico diferentes propuestas de tomates. Pues una recomendación: vayan si pueden a degustar el “Menú del tomate” en Avignon. Junto al Palacio Papal se encuentra el restaurante de Christian Etienne. Dentro de las diferentes propuestas, Christian elabora un menú degustación a base de platos en donde el tomate es el principal protagonista francamente bueno. Y encima tiene una agradable y bastante extensa carta de vinos.

http://www.christian-etienne.fr/

No digan que no se lo advertí.


Si alguno/a se pregunta cómo he sido capaz de escribir semejante castañazo he de decir que gracias a que para cenar he tenido que abrir una botella especial, y con sorbos poco a poco, el vino ha evolucionado y al final ha servido como fuente de inspiración. Se lo debo a un fabuloso Château Rayas 1979 que, alargándose la noche, ha estado soberbio. Conserva un bonito color granate ligeramente atejado y muestra una nariz en la que dan ganas de sumergirte y ahondar en su paleta aromática. Encuentro aromas que recuerdan a bayas rojas maduras, flores secas, ahumados intensos, café, clavo y nuez moscada, no decae…se va viniendo arriba por momentos, trufas, recuerdos de cacao, virutas como cuando sacas punta a un lápiz. En boca me sorprende el vino por su sedosidad, ligeramente goloso, intenso, complejo, con acidez bien puesta, muy largo. Hablan de los míticos del 78, ni idea porque no he probado ninguno, pero este 79 me ha parecido un vino que “raya” (nunca mejor dicho) la perfección para mi gusto. Soberbio.

Un saludo
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