Como dije en la anterior entrada estaba dando los últimos sorbos (ya que creo que este vino hay que beberlo despacio) a una copa que me ha provocado unos recuerdos especiales.
Vamos a ver si soy capaz de creer que no me estoy volviendo loco después de probar este vino. Y es que el sabor que me deja en mi boca es distinto a todo lo que he probado hasta ahora.
Estoy hablando del Amontillado NPI perteneciente a la serie que el equipo Navazos nos propone en sus selecciones “La bota de”.
Sí, sé que lo que voy a decir puede parecer extraño y me tomen por zumbado pero es que me deja el mismo sabor que las almejas a la marinera que hacía mi querida y difunta Amama (abuela en en País Vasco). Este vino me ha traído esa imagen, ese día en que mi Amama me explicaba en la cocina cómo hacía esas almejas…y ese sabor que quedaba en el plato me lo he encontrado en el delicioso y largo postgusto que deja este vino.
Eso me emociona… y mucho.
Para mi eran exquisitas por todo, porque ella lo era y porque de ella aprendí lo poco que soy. Era tradición en mi casa comerlas el día de Navidad con los amigos Rivero de Bilbao a mediodía. Me trae recuerdos antes de su fallecimiento en mis brazos aquel fatídico día del mes de Abril. No me pregunten por el color, ni por la nariz complejísima, o por más cosas. Me olvido de todo. Gracias Jesús, gracias Equipo Navazos porque habéis conseguido que esto sea especial para mi persona, y por supuesto... gracias Amama.
Como creo que a pesar de todo nunca hay que perder el sentido del humor...si a mi Amama la hubieran dado una copa de este NPI antes de punzarla un determinado tumor irreversible por ver si había alguna mínima posibilidad y tras el fracaso quedar en coma, creo que la muerte hubiera sido, aunque inevitable, mucho más placentera y menos dolorosa. Para ella....y para mí.
No puedo seguir escribiendo porque la emoción es profunda.