jueves, 9 de agosto de 2007

Aburrimiento vs Tipicidad

Aprovechando la pasada jornada bloggera de “Iberoamérica en cata” en la que se hacía referencia al “terroir” como concepto definitorio de un vino de gran calidad quería plantearme una pregunta ya debatida en múltiples ocasiones pero que me sigue pareciendo muy importante, y es el uso o empleo de variedades locales para la diversificación en vinos de calidad.

Históricamente el objetivo clásico de la viticultura era obtener un vino con la mayor calidad posible, pero creo que esto, como ya dije, es puramente subjetivo y que hay que ir más allá, a buscar esos vinos de “calidad” pero que además tengan una personalidad propia, es decir, tipicidad.

En muchas ocasiones, vemos que hay regiones en donde la procedencia del vino tiene más importancia que la propia variedad, y viceversa en otras áreas, pero desde mi punto de vista, si seguimos plantando en todos los lugares las mismas variedades internacionales tenderemos a una homogeneización (ya muy existente) en el conjunto vitícola. De ahí, la importancia que creo que tiene el intento de recuperación de ciertas variedades para conseguir una mayor tipicidad en los vinos.

Ya expliqué cómo había descendido el número de variedades existentes en, por ejemplo, La Rioja a lo largo de los años y cómo esa “erosión genética” se había producido a favor del Tempranillo, buena variedad, pero que podemos caer en la monotonía si es la única que se elabora.

Por eso, siempre he defendido y lo sigo haciendo el trabajo con nuestras variedades, investigando, intentando recuperar castas olvidadas (me consta que se están haciendo trabajos sobre ello), en vez de caer en la tentación de plantar variedades muy extendidas en todo el mundo (no digo que se hagan malos vinos con ellas, pero la tipicidad buscada no creo que llega a su máxima plenitud).

Hasta comercialmente lo considero un error, ya que me es más difícil defender un Cabernet español frente a uno de Burdeos, o un syrah de aquí frente a esos que se producen en el Ródano. ¿Y si encima llegan Merlots, Syrah, Cabernets...a tiendas mundiales procedentes del Nuevo Mundo a precios irrisorios? Las comparaciones van a surgir por doquier. ¿Pero quién me compara un buen albariño gallego, o un buen bobal de la Manchuela, un buen tempranillo riojano, un gran pinot noir de la Côte de Nuits, o un gran chenin de Vouvray por decir algunos casos?

Nunca he visto interés en Borgoña por introducir variedades, pero sí por defender su Pinot, tampoco he visto a los productores de Burdeos plantando Tempranillo o Mencía, pero sí trabajar duro por sus variedades, ni a los alemanes por plantar Macabeo pero sí por trabajar duro con su Riesling. No veo volverse locos a nuestros vecinos por introducir variedades de fuera, pero aquí lo hacemos y pienso que falta más trabajo sobre las propias.

El riesgo: caer en la monotonía. Intentemos que esto no suceda, desde el lado productor y desde el lado del consumidor, exigiendo la no uniformidad en los vinos.
Un saludo
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The Show Must Go On (Queen)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo has clavado Iñaki. Ya conoces este santo país (! Forgiano). Todo lo que es de fuera, es mejor. Excepto claro, lo del pueblo de al lado, que siempre es peor. Siendo una variedad de fuera, siempre es mejorante y las de aquí pues eso... Todo eso no significa que el producto final ni de allí, ni de allá sea mejor, pero teniendo por aquí Tempranillo, Garnacha, Mazuelo, Bobal, Viura, Malvasía, Xarel.lo (lease Chanel-10 ;) y 1000 etcéteras , no hay justificación para ser reflejo de lo que no se es buscandose el ombligo en las variedades foráneas... Saludos. Jose.

IGLegorburu dijo...

Jose, es que a veces el ombligo nos lo cubre ciertos michelines...:-).
Pienso que cada zona debe tener su identidad, ni mejor ni peor que las demás, pero que sea suya. Creo que es absurdo que yo plantase Cabernet y Merlot para querer reproducir un Medoc, o Pinot Noir para aspirar a ser un gran Borgoña, o riesling para intentar hacer un vino como en el Mosela. Haremos buenos vinos con ello, técnicamente correctos pero nunca seremos identificados por eso y sigo pensando que, por ejemplo, desde el punto de vista internacional me es más difícil defender comercialmente hablando un riesling manchego que uno del Rheinhessen. Siempre me van a comparar un riesling de aquí con uno del norte.
Nunca lo conseguiría ya que intervienen multitud de factores edafológicos, climáticos, culturales, etc que lo impedirían...igual que a ellos no se les identificará jamás por hacer grandes albariños, o grandes tempranillos, o grandes mencías, o grandes bobales por poner algún ejemplo.
Habría que demostrar científicamente, no periodísticamente, que esas variedades son realmente ¿mejorantes?...Me pregunto yo...¿mejorantes de qué, por qué y para qué?
Pienso que debemos trabajar sobre aquello que nos hace ser diferentes a los demás...y dejar de pensar que mi principal competencia es la bodega del vecino.
En fin, diferentes perspectivas que tiene cada uno...
Un saludo

Gabriel Haro dijo...

Apreciado Iñaqui, esto lo hemos hablado en innumerables ocasiones, aqui en España, creó que las administraciones públicas han evocao las filosofias de trabajo de paises del nuevo mundo, se olvidaron que nosotros somo un país de la vieja europa, con variedades autoctonas, con las que deberiamos haber trabajado mas.
Por otro lado la idiosincracia de un viñedo, no esya solo en la mineralidad del vino si no tambien, en ciertos aromas que repiten en las añadas, y quizas en esto no caemos.
Un saludo

Anónimo dijo...

Estoy absolutamente de acuerdo contigo. Lo que expones acredita la poca autoestima que tenemos en España por nuestras variedades autóctonas y lo influenciables que somos respecto a lo que nos viene de otros países. Hay que tener en cuenta que nuestras variedades propias llevan cientos de años aclimatándose al terreno y a la climatología de la misma forma que otras variedades lo hacen con su terreno y su clima. De esta manera cada variedad se halla adaptada a ciertas condiciones ambientales y por ello su rendimiento es más perfecto en el lugar de origen. Yo no conozco que en Francia de cultive la tempranillo, ni albariño, ni pedro ximenez pero aquí vamos llenos de chardonnay, pinots noirs, rieslings y gewustraminers, que muy difícilmente alcanzan un nivel comparable al de su lugar de origen y por ello se quedan en el segmento más bajo del mercado. Por otra parte el factor humano también es muy importante, quién lleva siglos produciendo una variedad propia de la zona sabe qué hacer en cada ocasión y aquí experimentamos. Sería deseable que se potenciaran de verdad las variedades autóctonas aprovechando su adaptación y la experiencia propia , con lo cual quizá algún día conseguiríamos vinos blancos a la altura del resto de Europa. Bueno, pues nada felices vacaciones

Federico

Anónimo dijo...

Estoy absolutamente de acuerdo contigo. Lo que expones acredita la poca autoestima que tenemos en España por nuestras variedades autóctonas y lo influenciables que somos respecto a lo que nos viene de otros países. Hay que tener en cuenta que nuestras variedades propias llevan cientos de años aclimatándose al terreno y a la climatología de la misma forma que otras variedades lo hacen con su terreno y su clima. De esta manera cada variedad se halla adaptada a ciertas condiciones ambientales y por ello su rendimiento es más perfecto en el lugar de origen. Yo no conozco que en Francia de cultive la tempranillo, ni albariño, ni pedro ximenez pero aquí vamos llenos de chardonnay, pinots noirs, rieslings y gewustraminers, que muy difícilmente alcanzan un nivel comparable al de su lugar de origen y por ello se quedan en el segmento más bajo del mercado. Por otra parte el factor humano también es muy importante, quién lleva siglos produciendo una variedad propia de la zona sabe qué hacer en cada ocasión y aquí experimentamos. Sería deseable que se potenciaran de verdad las variedades autóctonas aprovechando su adaptación y la experiencia propia , con lo cual quizá algún día conseguiríamos vinos blancos a la altura del resto de Europa. Bueno, pues nada felices vacaciones

Federico