¿Qué ha cambiado en las últimas décadas?
Casi todo. La madre del cordero está hoy en las viñas, cuyo cultivo ha variado muchísimo, al igual que las herramientas. Antes partíamos de la base de que todas las uvas eran buenas y, si no, hacíamos vinagre. De alguna forma, como decía Peynaud en los años 70, “tanto vale el enólogo, tanto vale la bodega”. Hoy en día esta frase no tiene sentido. Antes había tipicidad en cada zona, sabíamos identificar con el paladar los vinos por pueblos, cosa que hoy somos incapaces. Las plantaciones se hacían injertando el sarmiento del vecino con lo que se conservaba la diversidad. Luego, con los viveros, llegaron los mismos clones para todos. Tenemos un gran problema con la sobreproducción y cuando nos hemos querido dar cuenta es muy difícil volver hacia atrás. Antes se hacía una enología más curativa porque sabías que las uvas eran buenas, luego fue preventiva y ahora podría decirse que es estilista.
¿Cuándo se empieza a intentar volver hacia atrás?
En torno a 1990 se produce un punto de inflexión. Recuerdo que 1992 fue un año muy difícil, y un amigo de Medoc me decía: “¡ah! Mon vieux, triage, triage” (amigo mío, selección, selección), y algunos grandes chateaux hicieron una extraordinaria selección de uvas como única alternativa para impulsar la calidad. En España son los tiempos en que llega Pingus y empiezan a extenderse también las vendimias seleccionadas por una simple razón: se necesitaba actuar sobre la viña. Cuando se toma conciencia y se quiere volver atrás fue con la cosecha 1999, la más cara de la historia y de las más mediocres.
¿Tiene defectos el vino actual?
Más que defectos, diría que nos hemos pasado con el color; cuando por ejemplo el tempranillo nunca ha destacado por esta cualidad. Es una variedad media entre el pinot noir y la cabernet. Antes el color era secundario, pero el consumidor ha comenzado a pedir vinos negros y se ha dado la paradoja de ver vinos horrorosos como si fueran buenos, cuando por lo único que destacan es por su agresividad. Desde hace unos años se vuelve a la finura, la elegancia y la complejidad; es lógico, ¿Quién se bebe una botella entera de 14 o 15 grados?
¿Se pueden hacer vinos hoy como los de antes?
Sí. La gran pena es que hemos perdido la tipicidad de la que hablaba, la de los pueblos, pero también es cierto que los vinos de ahora son mucho más técnicos y, en casos, complejos. Una gran diferencia es que ahora es difícil hacer un vino malo y eso es gracias a la técnica, que permite, por ejemplo, corregir dificultades naturales y climáticas.
Si se preguntan quien es Don Basilio, vean la historia de CVNE.