jueves, 25 de octubre de 2007

Las añadas excelentes de Paternina. Todo un siglo XX

Ese título era el tema propuesto.

Siempre es de agradecer que los amigos se acuerden de uno. En esta ocasión Juan Carlos Somalo me avisó para una jornada histórica en la bodega de Paternina con un grupo de amigos que, de una forma o de otra, están relacionados con el mundo del vino ya sea desde el horizonte elaborador, comercializador, hostelero o periodístico.

La jornada prometía emociones fuertes y he de decir que en mi opinión se han superado las expectativas que llevaba en los comienzos. Toda la gente de la bodega que nos han atendido se han portado de maravilla con el grupo y no puedo nada más que agradecer su interés.

La cata se ha desarrollado en la bodega que Paternina tiene en Haro pero las botellas se trajeron la tarde anterior de la antigua bodega de Ollauri (todas de 50 cl.), de la que luego verán algunas fotos porque realmente es impresionante darse una vuelta por esos calados y esos botelleros donde descansan algunas joyas enológicas que posee esta bodega de gran tradición.

Supongo que próximamente aparecerá algún artículo extenso y bien elaborado por los profesionales que del Diario La Rioja acudieron, pero aquí dejo unas breves notas de mis impresiones:

Empezamos por 1920. Nos indican que fue una cosecha con vinos de fuerte grado (para la época, no se piensen que es como ahora) e intenso color. Aparece con ligeros sedimentos y con un color marronaceo-atejado. En nariz aparece una elegante reducción, con una buena intensidad inicial, muy compleja, recuerdos a humedad, tierra mojada, madera vieja, hongos, trufa, hojas secas. Boca elegante, con sedosidad, conserva buena acidez. Bastante largo y con un postgusto en donde los recuerdos a hongos y terrosos se hacen presentes de nuevo. Magnífico. Para mi, resultó el mejor tinto de los probados junto con el de 1964 que luego comentaré.

En el vino tinto de 1922 la turbidez es mayor que en el caso anterior. Conserva un color rubí menos brillante que el vino de 1920. La nariz no aparece muy intensa, un tanto muda. Aromas de barniz, también hongos y poca expresividad. En boca se encuentra algo apagado, con acidez justa y un final no persistente, con un paso un poco cremoso en el paladar. Fue el vino que menos me entusiasmó de los probados.

Pasamos a 1924, en donde hubo altos rendimientos por hectárea. Es el vino que aprecio más brillante de los tres probados hasta el momento. La nariz vuelve a presentar intensos aromas de armario cerrado, hongos, ahumados y cueros, mina d elápiz. Compleja y profunda. En boca el vino está bastante vivo, con buena acidez y un sabor un tanto terroso. Echo en falta un poco más de profundidad al final pero me resulta un vino muy gustoso.

Llegamos al vino de 1934, en donde no se dieron vinos con mucho grado y se obtuvo un altísimo rendimiento por hectárea. El vino es limpio, de color atejado, sin sedimentos. La nariz no es muy intensa, aparecen más especias, anisados, ligeros barnices y como chocolate fundido. En boca está bien equilibrado aunque se queda un poco corto en el postgusto, acidez media, vuelven las sensaciones especiadas y anisadas.

En 1948 el ciclo fue de 205 días, con un invierno precedente templado y alguna helada en primavera. Lluvia escasa pero bien distribuida (25 mm en agosto) y un verano algo fresco. El vino se presenta con bastante sedimentación, de una intensidad media-baja en los matices de color rubí. En nariz no se expresa demasiado el vino, un tanto apagado, cueros, hojarasca, ahumados. La boca la noto ligeramente salina, con una cierta calidez frente a los vinos anteriores. Postgusto de mediana persistencia.
El siguiente vino fue de 1952. El ciclo fue de 212 días con un mes de julio fresco y un agosto muy caluroso, lluvia bien repartida pero agosto seco. El vino aparece bastante limpio y brillante. Nariz de buena intensidad, aromas más minerales, especias, cueros, trufa, bastante compleja. En boca lo noto muy vivo, con buen equilibrio, un poco metálico en las sensaciones finales. Francamente bueno.

Nos presentan el 1955, con un ciclo de la vid más corto de 195 días, heladas en abril y lluvia bien distribuida a lo largo de todo el ciclo. El vino presenta algo más de capa de color y aparece muy limpio. Nariz de mediana intensidad, un tanto cetónico y aromas fétidos iniciales aunque la aireación lo mejora. Hongos, balsámicos, trufas. Boca con buena acidez, ligeramente graso, no muy largo.

En 1958 el ciclo duró 188 días. Vientos dominantes del Oeste. Lluvias no excesivas y bien distribuidas. Bastante brillante y limpio aparece el vino. En boca ligeros aromas lácticos que no me aparecieron en otros vinos, hierba húmeda, cueros. No muy intensa. Boca con buena acidez, ligeramente amargosa al final y postgusto un poco corto.

1964 fue para muchos la mejor añada del siglo, tanto en calidad como en el buen acompañamiento que tuvo en cantidad. El ciclo duró 200 días con un mes de junio algo frío y un día de helada en abril. Vientos dominantes del Oeste y del Norte. Lluvia poca y parte cayó en julio y agosto. El vino tiene una tonalidad más hacia ladrillo cocido, con ligeros sedimentos. Nariz con bastante reducción, muy compleja y elegante. Aparecen hongos, trufas, cueros, anisados. Poco a poco va a más matices. En boca tiene una gran acidez, equilibrada con un elegante tanino y una calidez justa. Es el vino más largo por el momento junto al de 1920. Realmente magnífico.

Pegamos un salto y nos situamos en 1982. Ciclo de 210 días con un invierno templado, brotación con calor, primera semana de julio muy cálida, julio y agosto con lluvias moderadas. Aparece limpio y bastante brillante, rojizo. Nariz intensa, con aromas a frutos secos, mentolados, cueros y ligera fruta madura como en licor. En boca las sensaciones son un poco más alcohólicas que en los otros vinos. ¿Cambios que ya se avecinaban? Ligeramente amargo Postgusto medio. Me gusta más en nariz que en la boca.

Y para terminar nos sacaron un blanco semidulce de 1914. Sorprendente color amarillo limón, parece como un licor de hierbas o algo parecido en el color. Nariz increíblemente compleja y profunda. Aromas a hierbabuena, menta, hierbas como hinojo, lavanda, un tanto amembrillado. Parece que se descorcha un tarro de esencias y fragancias. Tremenda. En boca es delicioso, fresco, vivo, como un néctar, muy largo, con postgusto mentolado, anisado. Único, irrepetible, majestuoso. Una auténtica maravilla de vino de esos que se recuerdan y no se olvidan jamás. La opinión de los presentes fue unánime ante semejante delicia reconociendo la grandiosidad con la que ha aparecido este vino de más de 90 años. Muchas gracias por hacernos tan felices.

Gran jornada, reflexiones, opiniones, lo de antes, lo de ahora, lo del medio, lo de aquí y lo de más allá. Todo un siglo XX a través de una cata con perspectiva. Historia vitivinícola en una copa. Maravilloso.

Posteriormente nos trasladamos a visitar y comer a la bonita bodega antigua de Paternina en Ollauri. Vean:





6 comentarios:

mac dijo...

Vaya Iñaki...¡ así cualquiera ! dentro de poco solicito trabajo en tu bodega

manuel dijo...

Magnífica oportunidad de comprobar lo que era Paternina en aquellos tiempos. Yo, de los que citas, solamente he encontrado botellas en óptimo estado del 24 y el 52, y esto en ocasiones un poco apuradas en las que no pude sentarme verdaderamente a disfrutar largo y tendi de lo que podían dar los vinos.

Me fue curioso que saltaran unas cuantas de las añadas que, en el s. XX, fueron "grandes" para tantas otras bodegas. Por ejemplo, que el único ejemplo de los cuarentas fuese el 48, pues, peude ser cuesti´øn de inventario, pero fue una década generosa en cuanto a vino excelente. Y también curioso el 52 y no el 54. Ahí quienes organizaban andan en sintonía conmigo, que pongo los 52 como vinos más longevos que los más celebrados 54. Pero hubiese estado bueno probar ambas añadas al lado...

¡Y así que ese blanco semidulce es de lo que hablaba Casimiro Somalo en mi blog! Si el CVNE Corona 39 y tus notas sobre este aparentemente maravilloso 14 de Paternina son evidencia, el género de los blancos semidulces quizás sea algo que debe retomarse seriamente en Rioja. Que se pierda un estilo de vino tan singular y, especialmente, bellamente longevo, sería una verdadera vergüenza...

Otra cosa que me hizo sonreir fue el comentario tuyo sobre el "grado alto" del Paternina 20... Me trajo a la mente la intensidad del Bosconia 20 (¡vinazo de apaga y vamos!), probablemente el más increíble Bosconia que haya yo probado hasta ahora. Claro, ese "grado alto" creo que sería considerado más bien modesto para los estándares de hoy. No sé por qué, pero se me hace que las apreciaciones de esos vinos cuando eran jóvenes requieren un sistema de traducci´øn para quienes las leen hoy sin conocer bien el contexto.:-) Quizás esos 20 riojanos fueron como los 28 de Burdeos, impenetrabels de jovencitos y necesitados de casi un siglo para dar lo que tenían dentro. Vamos, "late bloomwers..."

M.

Anónimo dijo...

Armario cerrado, mina de lapiz...

Me dejas alucinado...

Un saludo Nacho, que hace mucho que no se te ve el pelo por el mundo terrenal, siempre festejando en el Olimpo con Baco...

IGLegorburu dijo...

Pues así es Manuel, ese "blanquito" que te decía Casimiro fue el semidulce del 14. La verdad es que alucinamos con ese vino, tanto Casimiro, como Juan Carlos, como todos los demás presentes. Ya sabes, un vino de la I Guerra Mundial.
Nos estuvieron incluso comentando que había libros del siglo XIX en donde se mencionaba a Rioja como región interesante por algunos vinos blancos, nada de tintos. Curioso y parece ser que nos hemos cargado todo, una pena.
En cuanto a lo que comentas de los tintos, para mi la sorpresa fue el 1920. Sin duda un vino que conserva "chicha"...Igual como dices fue impenetrable en su día. No lo sé.

La Guarda de Navarra dijo...

Un día inolvidable y unos vinos que, supongo, daría pena descorchar pero que luego dieron el juego para el que estaban creados.
Envidia lo de ese dulce añejo.
Saludos.

Anónimo dijo...

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